viernes, 7 de marzo de 2008

FLASHBACK: El rock ambulante


Texto: Wendy García
Fotos: El Pato
Publicado el 24 de diciembre de 2004

“Arránquese mi chófer”, grita alguien desde la parte de atrás de un bus rentado, al que se suben los principales personajes del rock nacional. Así iniciaba la gira departamental de la Garra Chapina 2004, con mucho entusiasmo y grandes expectativas por visitar a los rockeros más apasionados del país.

Un bus alquilado específicamente para transportar a los rockeros de Viernes Verde, Radio Viejo y Razones de Cambio, fue el testigo de largos días y noches de viaje. Mi misión fue acompañarlos durante la segunda parte de la gira y tomar nota. Aquí les va un pequeño recorrido por los días más agitados y satisfactorios de estos músicos, técnicos y organizadores que llevaron un poco de rock al interior del país.

Cada quien a lo suyo
Pocas veces se organiza un tour de esta manera, según me comentaron los músicos. Para la mayoría de ellos, era la primera vez que no se preocupaban por contactar a los medios, ni conseguir comida, hotel, cobrar la taquilla o molestarse por cargar sus propias chivas. Una empresa de eventos quetzalteca estaba encargada de cada uno de esos aspectos, mientras los músicos se dedicaban sólo a lo que mejor saben hacer.

Un camión se adelantaba siempre con el equipo de luces y sonido. Antes de que las bandas arribaran a cada departamento, el escenario debía estar montado y conectado para poder realizar las pruebas respectivas, previas a cada toque. Uno tras otro, tenían programados los conciertos en Totonicapán, Xela, Huehuetenango y Santa Cruz del Quiché.

La mayor parte del tiempo transcurrió a bordo de ese bus. Algunas veces se llenaba de humo de cigarro, bromas, chistes y una chingadera particular de este grupo de amigos.
Claro, no todos se integraban a la parte trasera, donde regularmente se producían las carcajadas. Siempre están los tranquilos, los que se toman las cosas “al suave”, y sólo esbozan alguna sonrisa con las bromas que no pueden evitar escuchar.

Entre ellos, el Chingüi, bajista de Viernes Verde. Él prefirió aprovechar la frescura de la primera mañana y del inicio de la gira, para estudiar algo de Estadística en inglés. Eso se lo exige su otra profesión: imparte clases en la Universidad Francisco Marroquín.
Willy también, el bataquero de Radio Viejo, se recostaba en una de las primeras butacas y lo acompañaba el recién integrado guitarrista de la banda, Denis. Este último usualmente se marea en la parte de atrás de los vehículos más grandes.
Un poco más adentro, se sienta Guille, batería de Viernes Verde, absorto en sus pensamientos.

Luilly, vocalista de Radio Viejo no dejaba de leer alguno de los dos libros de Ortega y Gasset que preparó para el camino. Por momentos entablaba alguna conversación con Giacomo Bounafina, quien se encargó de grabar los conciertos de este grupo para compilarlos en un disco, en vivo, que saldrá pronto.
Además, el Pato (fotógrafo designado) y yo, intentamos mantenernos al margen, sentados lejos del resto, pero no logramos hacerlo por mucho tiempo…

Hasta atrás, por supuesto, se ubicaban los más alegres y bromistas. Los que generaban los chistes y motivaban las carcajadas con cualquier comentario.
Uno de los principales era Juan, vocalista de Razones de Cambio. Desde que subía al bus, iniciaba una tanda de canciones en diversos géneros musicales y se levantaba de su butaca hasta la cabina del chofer, cada vez que había alguna petición especial. También estaba el “Chino” (Pablo Girón), sonidista de Viernes y Razones, quien se burlaba de todo y se divertía con todo.
“Start spreading the news, I’m leaving today…” Una canción de Frank Sinatra de fondo y un “New Yooooooork” a voz en grito, le dieron un toque especial al largo camino de inicio. Y también lo cerraría a nuestro regreso.

Uno, dos, tres, probando…
Después de atender algunas entrevistas programadas en emisoras de radio locales o canales de cable, los grupos se dirigían al lugar del concierto para probar sonido. Cada día había una rutina similar.
Algunos, por primera vez conocían los teatros o salones, como el teatro municipal de Totonicapán, donde muchos quedaron boquiabiertos.

Algunos de estos recintos contaban con una especie de camerino o espacio para que los músicos esperaran su turno. Al parecer, ya están acostumbrados a no contar con esos privilegios porque en todos los casos, ninguno se quejó cuando no había.

Luego se percibía cierta tensión e incertidumbre, antes de cada concierto. La respuesta de un público, a veces desconocido, provocaba el nerviosismo.
Muchos consideraban que Q75 por persona era demasiado para los bolsillos de los seguidores, pero otros estaban seguros de que el espectáculo lo valía: un impecable sonido, proyecciones de imágenes relacionadas con las canciones y un interesante juego de luces.

Siempre fieles
A pesar de las frías noches de aquellos lugares, los rockeros más apasionados no dejaron de llegar. Uno de los toques más helados lo vivimos en Totonicapán, a dos grados bajo cero.
Sin embargo, los músicos olvidaban las preocupaciones al subir al escenario. “No importa si son pocos o muchos, lo que más me interesa es que se la pasen bien con nuestra música”, me aseguró Luilly algunos días después, en el bus.

Del público depende mucho la estabilidad emocional de todos estos músicos. A esa conclusión pude llegar después de observar las distintas audiencias en estos lugares remotos.
“Yo siempre me pregunto, después de cada concierto, si se habrán llevado algo”, me confesaba Juan, poco antes de una de sus intervenciones.

Mientras más brinquen y canten, más intensa es la energía que proyectan los músicos, brotan más gotas de sudor y más sonrisas abarcan los rostros. No importa que no haya lleno total o que muchos obtengan sus boletos gratis en promociones. La satisfacción se les hace más grande.
Para suplir los pocos ingresos, a Viernes Verde lo acompañan los papás del vocalista y del bajista, Omar y Chingui, con el objetivo de vender souvenirs del grupo, ya que sólo se pueden adquirir en la capital. También Razones de Cambio llevaba sus playeras, pósters y discos, para obtener cualquier dinero extra. Y esto, lo aprovechaban para tener contacto con los rockeros locales. Al final de cada toque, solían firmar autógrafos e intercambiar impresiones con quienes los admiraban.
¿Cómo describirles lo que reflejaban las caras de estos adolescentes del interior, cuyas miradas se elevaban desde el suelo y se dirigían hacia quienes producían esa música sobre una tarima…?
Sus brazos en alto, sus cabelleras agitándose al ritmo de las distorsiones, sus coros y algunas veces, sus lágrimas…

“Sospecho que a falta de líderes en este país, a ellos les gusta seguirnos. Necesitan algo o alguien en quien creer”, se explicaba a sí mismo Manuel, tecladista de Razones.
Eso, más que la crisis económica que les quedó después de la gira, es lo que se llevan estos músicos a casa. Es seguro que se enfrentarán a los cuestionamientos de su familia por la prosperidad de su profesión, pero a pesar de ello, muchos reafirmaban durante el regreso, sus ganas de repetir aquella experiencia.
El último día no pude dejar de sentir cierta nostalgia. La complicidad, el constante entusiasmo y el deseo de seguir adelante que tienen estos grupos, me dejaron un lindo ejemplo de perseverancia y fe en que no hay meta que no pueda alcanzarse.

No hay comentarios: