martes, 4 de marzo de 2008

Fidel Celada


EL ARCIPRESTE INTOLERABLE
En aquellos dulces tiempos en los que el Mono se extendía impreso, mi papel no estaba en la esquina del glamour. Yo era el criticón, el de la mala leche, el que buscaba las fisuras y los errores (a menos que se tratara de mis propios textos, claro). No importaba si eran conceptuales u operativos: Levantaba la mano en las reuniones y de inmediato veía el rictus de desasosiego entre los revoltosos entusiastas cuyas obras disectaría. La tarea era sucia; alguien tenía que hacerla.
Cuando el Simio se fue sentí como un tonel de antiácido cayó en mis entrañas. Mi mordacidad menguó a niveles paupérrimos y nunca fui el mismo.
Me sorprende que la resurrección del Macaco coincida con la cuaresma. Estoy listo para soltar mis chorros amargos.

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